Sting: El poder sanador del rock



 La noticia llegó de improviso y motivó ese gran tópico que es pensar/decir ¡cómo pasa el tiempo! Y es que hace unas semanas la multinacional discográfica Universal anunciaba la edición de una versión ampliada del álbum The soul cages, compuesto y publicado por Sting hace ya treinta años.

¡Treinta años! Porque como suele pasar con las obras de calado artístico y personal, que perviven por encima del paso del tiempo, parece que fue casi ayer cuando el icónico músico británico alumbrara una de sus obras más personales.

Cuando vio la luz el mencionado disco, en enero de 1991, Sting ya estaba plenamente asentado en su carrera en solitario tras el fin de Police -fin relativo, ya que el glorioso trío se reencontraría en como mínimo en un par de oportunidades, la primera fallida en 1986 a causa de la tirantez entre aquel y el batería Stewart Copeland, y la segunda, fructífera, en 2007-. Ya había reafianzado a solas su condición de estrella pero también la de músico polivalente, brillantemente atinado en la diana, y con ganas de ir horadando nuevos terrenos.

Desde el final de Police, Sting solo había dado dos muestras de su poderío solitario en forma del extraordinario The dream of the blue turtles (El sueño de las tortugas azules) de significativo aroma jazzístico y dos años más tarde, en 1987, el bombazo Nothing like the sun en donde volvió a fidelizar a los fans con hits de diferente factura pero hits indiscutibles, como Englishman in New York o They dance alone.

Con este panorama previo la aparición de un álbum como The soul cages fue un pequeño impacto, especialmente por su motivación y temática. Se trataba de un vehículo, según confesó el propio Sting en su momento, para dar adecuada plasmación y cabida a sus sentimientos y sensaciones generado por la muerte de padre.

El álbum en sí constaba de nueve temas en donde iba desgranando su sensación de pérdida personal que le causó el fallecimiento de su progenitor. Pero el disco fue la última etapa de un proceso que se inició unos años antes, ya que cuando se produjo el óbito en el músico se produjo a su vez otro bloqueo que le impidió plasmar y exteriorizar lo que aquel le había supuesto.

Tardó algunos años hasta que se vio con fuerzas para superar aquel episodio traumático a través de la música. Fue entonces cuando vio la luz, en 1989, la canción Why should I cry for you (Por qué debería llorar por ti), y ello le supuso quitarse un enorme peso de encima ya que, como el también confesó aquellos día, después de ese tema el resto del material que acabaría dando forma al álbum surgió de modo fluido.

Aparte de exteriorizar ese dolor por la desaparición, hay un hilo temático que recorre no solo algunas de las canciones del disco sino ocasionalmente en otras obras a lo largo de su posterior carrera, y que es el lamento por el hecho de que su padre no se convirtiera nunca en marinero, uno de sus sueños personales nunca materializado. La propia canción de arranque, Island of souls, es como una declaración de intenciones, que se va expandiendo en otras piezas como All this time, Mad about you, el tema que da título a la obra  o The wild wild sea. Y también significativamente el álbum baja el telón con When the angels fall, en donde hace referencia al profundo efecto que tuvo en él su educación católica.

La versión que ahora se ha comercializado incluye trece “pistas” extra, es decir, remezclas, las mezclas originales en versión más larga, o un par de canciones interpretadas en castellano e italiano Vengo del sur y Muoio per te, que son versiones cantadas por él de Mad about you y de Why should I cry for you, respectivamente.

La Vanguardia (México)


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