Los versos son obra de Otoy,
un soldado voluntario ucraniano, antes rapero, que escribe la letra bajo el
cañoneo ruso, a veces en su celular con la luz baja para no atraer la atención.
El acto de componer canciones le ayuda a aliviar el estrés del combate.
“Mientras los soldados rusos
beben vodka, nosotros hacemos música”, dice el rapero de 23 años de edad, cuyo
nombre verdadero es Viacheslav Drofa y que ni siquiera sabía que era capaz de
matar a alguien hasta que apuntó su rifle hacia un soldado ruso y apretó el
gatillo.
Una de las ironías de la
invasión lanzada el 24 de febrero por el presidente ruso Vladimir Putin es que
la estela de destrucción está fomentando precisamente lo que Putin quería
extinguir: una intensa ola de nacionalismo ucraniano forjada en la sangre de
miles de muertos y de la miseria de millones que han perdido a sus seres
queridos, sus viviendas, sus fuentes de sustento y su paz.
AP
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