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Algunos hombres caminan a
través de una frondosa plantación entre la apacible costa del Pacífico de
Ecuador y sus majestuosos Andes, podando cientos de ramas de bananos verdes de
los enormes árboles de doble de su altura.
Los trabajadores llevan los
racimos a una línea de producción en donde se lava, pesa y etiqueta a los
plátanos para los compradores europeos. El dueño, Franklin Torres, sigue de
cerca las actividades durante una mañana reciente para asegurarse que los
frutos cumplan con los estándares estéticos internacionales. Y más importante
aún, para que los bananos se empaqueten para su envío libres de cocaína.
Torres está más alerta que
nunca debido a que Ecuador se encuentra cada vez con mayor frecuencia en la
convergencia de dos comercios globales: plátanos y cocaína.
La nación sudamericana es el
mayor exportador de plátano a nivel mundial, enviando alrededor de 6,5 millones
de toneladas al año por vía marítima. También se ubica entre los principales
productores de cocaína del mundo, Perú y Colombia, y los narcotraficantes han
encontrado en los contenedores repletos de bananos el vehículo perfecto para
contrabandear su producto.
AP
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